Propósito
Como indica el politólogo chileno Luis Heinecke Scott, en cada época de nuestra Historia siempre ha predominado un principio metafísico que configura aquello que entendemos por bien y mal, verdadero y falso, justo e injusto. Estos principios metafísicos -por mucho que Heidegger y sus acólitos de la posmodernidad lo nieguen- son los que guían la acción del hombre. Así pues, como expresa otro maestro, Julio Retamal, chileno y doctor en Historia en Oxford, si en la vilipendiada Edad Media la idea de Dios y la Verdad eran principios absolutos, compartidos por el grueso de la población, con el Iluminismo francés, es decir, con la modernidad, las cosas comienzan a cambiar: la Verdad se torna relativa. Posteriormente, con la posmodernidad, la idea de Verdad y Dios se tornan indeseables. El propósito de esta página es, por tanto, contribuir a expresar un punto de vista válido que ha sido sistemáticamente desplazado por la filosofía dominante (fundamentalmente el postestructuralismo francés); filosofía que, los estados modernos se han encargado de impulsar a través del recurso de la "educación pública", que no ha significado otra cosa que el resorte ideológico a partir del cual adoctrinan a cientos sino miles o millones de personas en el mundo, con una particular y sesgada visión de las cosas. Y es que, en las universidades de la posmodernidad sobran los Heidegger, Gadamer, Vattimo, Lyotard, Derrida, Foucault, Deleuze, Guattari, Agamben y Baudrillard -entre otros-; pero faltan los Burke, Buckardt, Tocqueville, Acton, Kuehnelt-Leddihn, Mises, Aron, Berlin, Gottfried y Scruton. Hay muchas ideas ausentes en el debate, en ese sentido, este espacio contribuirá a visibilizar (palabra hoy en día tan en boga) a los mejores herederos de nuestra tradición de pensamiento occidental. Hoy las guerras han adoptado otro cariz y la cultura se ha tornado un campo de batalla que, a la postre, define nuestras instituciones de poder y, en definitiva, nuestro destino.